martes, 7 de febrero de 2012






***SED DE AMOR PATERNAL***
Autor Anónimo

Noches enteras de mi tierna vida
mis sueños, entre sombras entregué
Sedientas las ansias sentidas,
tan cruelmente reprimida,
de sólo un día besarte, abrazarte,
abrazarme a ti y entregarme
por entero al calor fraterno
de tu ancho pecho,
en mis tiempos de infante.

Siempre, pequeña, al mirarte te vi tan grande.
En mi pensar de infante, mil veces me pregunté
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? y ¿Por qué?
Y jamás, ninguno de los hondos ¿Por qué?
en mis lánguidas, tormentosas e infinitas noches
tuvieron la más elemental respuesta.

Noches, extensas noches, por demás, obsoletas,
oscuras, tétricas…sólo sombras, sombras muertas
se forjaban en mi mente inocente. Se movían al acecho
esperando el preciso momento para atacar.
Preparado su plan. Listo para entrar en escena,
ni siquiera en noche buena dejaron de andar
merodeando el lugar. Mi escuálido aposento.

En su endemoniado andar, helaba el frío mis venas,
momificado mi cuerpo entero. Cual mortaja la frazada.
Impávidos, eran mis aterrados ojos abiertos.
Cada noche era un árido y desesperado desierto
donde solamente los feroces muertos
en mi entorno, intencionalmente se movían.

Al temprano amanecer del nuevo día
Sentía, claramente, que mi cuerpo estaba muerto.
Cada noche, sin encontrar otra salida
mi alma de niña ascendía hacia los cielos.
No quería ver las sombras que en su malévolo revuelo
en mi entorno, cual lobos hambrientos, se movían.
Hacia mí, venían con las garras abiertas
y la boca babeante totalmente dispuestas
a desgarrar en pedazos mi tierna cuerpo
y de postre, gustar mi impúber inocencia.

Nefasto llanto, a gritos se ahogaba en mi garganta,
clamando desesperada, aquel pecho brutalmente negado.
Mi voz, mi callada y angustiante voz, sin vibra quedó
entre aquellas interminables, abominables noches,
Noches de horror. Se quebró mi voz, quedó silente,
desgarrada en mil pedazos, entre ahogados lamentos.

¡Cuántas noches quise cobijarme en su cálido pecho!
Sólidos, eran sus brazos. Los que siempre sentí inertes.
De brío sin igual. Sus brazos eran perfectos, pero jamás pude gritar
el terror que cercenaba mi sueño.
Acrecentado terror, que mi impúber vida llevaba dentro.

Pero, anoche, Dios me concedió un maravilloso sueño
Anoche, en mis sueños añejos todo cambió,
Tuve un sueño ideal, un sueño de verdad, perfecto.
Pude saciar aquel ansiado deseo ya muerto.
Él estaba allí, tan alto, tan brioso como siempre,
me atrajo hasta su pecho y me besó grandemente.
En sus brazos, en sus ansiados brazos me dormí plácidamente.
Amoroso beso. Aquel beso que tanto ansié entre miedos,
Aterrorizantes miedos, en aquellos tiempos, oscuros tiempos de niña.
Dormida, viví el embeleso de aquel ansiado beso
Que entre tormentas borrascosas la vida, el derecho me negó.



Este poema no es más que estilar el veneno que desoxigena la vida desde los primeros tiempos. Vida que quedó atrás, pero a veces entre sombras en la mente... hacen peso y se liberan.